"ACERCA DEL DESEO QUE SE REALIZA EN EL SUEÑO"

Siguiendo con esta serie de puntualizaciones del capítulo VII de “La interpretación de los sueños”, nos ocupamos en esta oportunidad del recorrido y comentario del apartado “Acerca del cumplimiento de deseo”.

En el título del presente trabajo utilizamos el término realización, vocablo tratado como sinónimo de cumplimiento según los diferentes traductores de la obra de Freud. Y esto es correcto pero no estrictamente riguroso.

Cumplimiento - del latín *complere*, llenar, completar- es ejecutar algo a que se está obligado, es obrar en conformidad con una disposición, lo cual nos remite predominantemente al área jurídica, donde un trámite, una ordenanza o un compromiso se cumple o no se cumple, no se puede cumplir en forma fragmentaria, incompleta.

Por lo tanto desde nuestra perspectiva y teniendo en cuenta la naturaleza del deseo no podríamos aplicar ajustadamente este vocablo porque ningún deseo se alcanza jamás totalmente... siempre queda un resto que permite seguir deseando. Por esto nos orientamos hacia la idea de un cierto logro parcial, como en el mundo mercantil donde se realizan mercaderías u otros bienes, es decir se convierten en dinero, empleándose sobre todo en las liquidaciones donde el precio obtenido es bajo con relación al valor de lo vendido. No obstante, en todos los casos el valor de las mercaderías no es equivalente al precio que se obtiene de su venta porque éste, está determinado por la ley de oferta y demanda del mercado. Esta ley está fuertemente influida a su vez, por variables coyunturales.

Referirse a la realización de deseo es admitir que aquello que se desea se figura parcialmente en el sueño, sobre todo si advertimos que como toda transacción o formación de compromiso, el sueño se forma allí donde dos deseos opuestos hallan expresión.

El deseo preconsciente es siempre el deseo de dormir, por lo que el sueño al realizar este deseo, se constituye en el protector del dormir, se sueña para seguir durmiendo. Señalamos aquí una primera función del sueño.

En cuanto al deseo inconsciente reprimido que se figura en el sueño, tiene en el adulto la intensidad de lo infantil y es indestructible. Los procesos de excitación inconscientes tienen dos destinos: buscan la descarga en la motilidad o se someten al imperio del preconsciente y en lugar de descargarse, dicha excitación es ligada por éste. Cuando logra ser ligada se forma el sueño, y ubicamos en esto una segunda función del sueño. Es oportuno que aclaremos que hay contenidos inconscientes que permanecen como energía flotante, es decir que no se descargan ni se ligan.

Siguiendo en el ámbito mercantil Freud toma el simil del comercio cuando hace referencia a un socio industrial o pensamientos latentes del sueño y a un socio capitalista o deseo inconsciente para describir el contacto o el “contrato” que se establece entre ambos.

Entre los pensamientos latentes del sueño se encuentran unos residuos de vivencias recientes llamados restos diurnos que, por su tono inofensivo ante la censura, son utilizados como cobertura por el deseo inconsciente en su intento de devenir consciente. Así, estos pensamientos latentes pueden incitar a la formación del sueño, pero como su fuerza no es suficiente, deben recibir un envión desde el deseo inconsciente, que como tal está siempre alerta y dispuesto a lograr expresión.

Tengamos en cuenta por lo expuesto que lo inconsciente ofrece la fuerza pulsionante para la formación del sueño, y por ende para la realización de deseo. Y que además en el comienzo, habíamos mencionado la naturaleza psíquica del deseo al perseguir el propósito de justificación para el empleo del término realización.

Freud nos va a esclarecer sobre la naturaleza psíquica del deseo con el auxilio del esquema del aparato psíquico. Y afirma que originariamente, en un momento hipotético toda excitación que le llegaba desde afuera era inmediatamente descargada a través de la motricidad, para mantenerse libre de estímulos.

Pero surgen las necesidades corporales que provocan una excitación desde adentro, y que no se resuelven con la descarga por vías motrices. En el ejemplo de la nutrición, hace referencia al niño que llora y patalea pero la situación no cambia para él: continua sintiendo hambre. Sólo adviene un cambio, es decir se cancela la excitación interior cuando por el auxilio ajeno se hace la experiencia de la vivencia de satisfacción.

La necesidad provocó una excitación imprimiendo una huella mnémica, y la satisfacción de esa necesidad dio lugar a la percepción del objeto de satisfacción, que en el ejemplo usado es el acceso al alimento, cuya imagen mnémica queda asociada a la huella de la necesidad.

Cuando aparezca nuevamente la necesidad, en virtud de este nexo, la imagen mnémica de la percepción del objeto de satisfacción intentará ser investida o “recargada” por una moción psíquica- que aproximadamente designamos como movimiento en términos energéticos, o móvil- para producir nuevamente esa misma percepción en el interior del aparato, es decir un objeto alucinatorio, con el fin de volver a establecer la satisfacción primera. Esta actividad psíquica primera tendía hacia una identidad perceptiva, esto es “perceptivamente idéntica a la vivencia de satisfacción”.

A la moción psíquica que intenta investir a la percepción, la llama deseo y el surgimiento de la percepción del objeto de satisfacción, realización de deseo. De ahí que supone que en el aparato primitivo el deseo terminaba en una alucinación por la vía regrediente.

Sin embargo, el objeto alucinatorio no daba satisfacción a la necesidad, por lo cual para conseguir el objeto real de satisfacción, se debía detener la regresión para que no vaya más allá de la imagen mnémica y no se produzca la alucinación. Esta detención lleva a un desvío hacia el mundo exterior que está bajo el gobierno de un segundo sistema.

Desde la imagen mnémica se produce una actividad de pensamiento hasta que se establece la percepción del objeto real de satisfacción con la modificación del mundo exterior, a lo que denomina identidad de pensamiento y así el pensar es lo que sustituye al deseo alucinatorio.

La experiencia de la vivencia de satisfacción con la satisfacción real y la alucinatoria, constituye el fundamento sobre el cual el autor apoya la descripción de la naturaleza del deseo. Pues el deseo es una búsqueda de satisfacción real pero se forma sobre la base del modelo de la alucinación en el aparato primitivo.

Este aparato se regulaba por el empeño de descargar inmediatamente la excitación que provenía del exterior para mantenerse, si fuera posible, libre de toda excitación. Pero como consecuencia de la experiencia de la vivencia de satisfacción se produce una acumulación de la excitación, un aumento de tensión que es percibido como displacer. Esto pone en actividad al aparato que intenta buscar la satisfacción, es decir una disminución de la tensión que es percibida como placer.

Freud afirma que la corriente que se produce en el aparato que parte del displacer y se dirige hacia el placer es lo que conocemos como deseo: “ sólo un deseo y ninguna otra cosa , es capaz de poner en movimiento al aparato, (...) el decurso de la excitación dentro de éste es regulado automáticamente por las percepciones de placer y de displacer...” ( Freud,S. 1.900, pág.588).





Nélida A. Magdalena

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